Es posible que al escuchar la frase “compras compulsivas” pienses en la imagen que nos han presentado las películas de Hollywood: tarjetas de crédito al límite, un clóset repleto de ropa, una colección de zapatos de todos los colores y estilos, y un deseo insaciable de tenerlo todo.
Pero también es posible que, al ver esas escenas, jamás te hayas considerado una compradora compulsiva porque tu tarjeta de crédito aún no está al límite, las puertas de tu clóset aún pueden cerrarse, y no estás ni cerca de tener la colección de zapatos de tus sueños.
Al fin y al cabo, no compras tanto como para creer que has caído en esto, ¿o sí?
“¿Soy una compradora compulsiva?”
Las compras compulsivas han sido catalogadas como un trastorno relacionado con la ansiedad, tristeza, soledad, y frustración. En otras palabras, las compras descontroladas son la única medicina que algunas personas encuentran, aunque temporal, para sus corazones abatidos.
Un comprador compulsivo no es necesariamente alguien que compra cosas todos los días, y tampoco es alguien que tiene dinero de sobra para comprar.
Aunque sí hay casos que entran bajo esta descripción, también es importante reconocer que hay compradores compulsivos que no adquieren cosas todos los días y cuyos recursos son muy limitados.
Según sugieren algunos doctores y expertos, este trastorno se desarrolla a través de dos mecanismos: el hábito inapropiado a base de repetir un acto que resulta agradable y luego se convierte en compulsivo; y la evasión, como una manera inapropiada de hacerle frente a los problemas personales.
La Biblia nos enseña que el problema del hombre está en su corazón (Gn 6:5; Mt 15:18-19), y que la respuesta que el mundo nos ofrece siempre será insuficiente, superficial, temporal, y mortal (Pr 16:25; Mt 7:13-14; Ro 6:16). Por lo tanto, sea por un mal hábito, por evasión o por tentación, la raíz del problema no está en las compras, sino en el corazón.
Como explica el pastor Héctor Salcedo, las dificultades financieras tienen –en su mayoría– un origen que responde a un desvío del carácter, y este mismo principio se aplica aquí. Aunque nos cueste aceptarlo, todos nosotros tenemos una sutil pero fuerte inclinación a la avaricia, esto es, a la acumulación de posesiones materiales que evidencia nuestra comprensión errada de que la abundancia de bienes produce plenitud de vida.
¿Cómo guardar tu corazón de las compras compulsivas?
- Evita toda forma de avaricia (Lc 12:13-21)
Tú y yo somos simplemente administradores de lo que Dios ha puesto en nuestras manos.
- ¡No te preocupes! (Lc 12:22-30)
El mejor y único remedio efectivo para la ansiedad es reconocer y descansar en el cuidado soberano del Dios todopoderoso.
- ¡Busca Su reino y haz tesoros en el cielo! (Lc 12:31-34)
Cuando te sientas tentado a comprar de manera descontrolada, piensa en el reino de Dios y en cómo puedes usar tus recursos para bendecir a otros.
Más detalles del escrito, puedes ingresar a: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/cuidandonos-de-las-compras-compulsivas/
Por Carol De Rossi, de Coalición por el evangelio.
Foto: Denisse León.