Somos influyentes por la imagen de Dios en nosotras, así como el Espíritu que nos influencia, enseña, recuerda la verdad, y guía.
Se nos ha dado la capacidad para influenciar, que es el poder de tener un efecto en las decisiones de otros debido a nuestra autoridad, conocimiento, o relación con quienes nos rodean. Tenemos seguidores e impactamos en la manera en que otros sienten o piensan sobre las cosas. Tal como las madres que son una fuente confiable de información.
Nuestra influencia puede ser positiva o negativa. Por ejemplo, en Génesis 3:11,17 podemos ver que Adán, en lugar de confiar en lo que Dios le había dicho, se dejó influenciar por Eva. Esto nos recuerda que influenciar correctamente demanda confiar en el señor para poder así obtener el resultado que él desea (1 Ti. 5:10,14).
Hoy vemos a muchas mujeres llamarse influencers a sí mismas debido a la cantidad de seguidores que tienen en sus redes sociales. Sin embargo, creo que como mujeres nuestra influencia puede y debe ir más allá de nuestras redes. Aquí quiero presentarte algunas áreas en las que eres llamada a ser influyente para bien:
Influye en tu esposo
El respeto de la mujer hacia el hombre se manifiesta por lo que decimos, cómo lo decimos, los gestos que hacemos, y el tono de voz que utilizamos. El espíritu tierno y amable es precioso delante de Dios (1 P. 3:1-2). Apoyemos a nuestro cónyuge y estimulemos su liderazgo.
Puedes ejercer tu influencia hablándole verdad y orando por él. No seas como la esposa de Job. Más bien, cuídalo y profundiza con él sobre su vida: ¿Cómo está tu alma? ¿Qué te tienta? ¿Cómo puedo orar por ti? Estudia a tu esposo. Guíalo hacia personas que lo alienten. Permítele tomar la iniciativa en el empleo, la disciplina de los hijos, los gastos, y la provisión. Aunque veas que las cosas se demoren, inténtalo y déjalo ser el líder.
Influye en tus hijos
Dicen que “la mano que mece la cuna, es la mano que gobierna al mundo”. Esto nos habla del impacto que puede tener una madre en sus hijos. No solo importa nuestra presencia en el hogar y el cuidado de los niños, sino cuánto influimos en su pensar y en su futuro. Podemos modelar ante ellos los principios bíblicos de lo que es ser un hombre y una mujer.
En el hogar, las madres somos las primeras maestras. Podemos destruir la confusión que reina hoy día y darles una disciplina constructiva (Dt. 6:6-7). Háblales en el coche, a la hora de comer y dormir, y muéstrales afecto físico.
Enséñales a orar. Instrúyelos en el discernimiento, la compasión, amar las misiones, y predicar el evangelio. Guíalos a servir siguiendo tu ejemplo. Enséñales a no vivir solo de lo temporal, y que logros que más cuentan no son los académicos, atléticos, o musicales, sino los eternos. Muéstrales que todo se trata de buscar primero a Dios. Explícales que sus dones y capacidades provienen del señor y no de ellos. Motívalos a escuchar historias bíblicas y misioneras de grandes hombres y mujeres de fe.
Influye en tu iglesia
Como mujeres en nuestro servicio en la congregación, lo único que se nos ha vetado es el pastorado, el gobierno de la iglesia y el púlpito, pero ¿cuántas otras cosas no hay que podamos hacer? (ver 1 Cor 14:34). Lamentablemente, como mujeres influenciadas por el “feminismo evangélico”, queremos el control y asumir roles que no nos corresponden.
Este problema surge porque negamos la suficiencia de las Escrituras (1 Ti. 2:12). Recordemos que podemos enseñar a los niños, a más jóvenes, y a otras mujeres. De hecho, el pastor John Piper escribió un libro llamado What’s the difference? [¿Cuál es la diferencia?] donde enumera cómo podemos influenciar y servir con buenas obras: en misiones, orfanatos, redes sociales, en la música, compartiendo el evangelio, discipulando, aconsejando, y demás.
Para hacer esto de manera correcta debemos prepararnos, conocer las escrituras, y hasta estudiar teología, pues ella no es solo para hombres. Debemos aprender a pensar profundamente acerca de las doctrinas fundamentales de nuestra fe y el carácter de Dios.
Influye en tu trabajo
Si soy empleada, emprendedora, o soltera: ¿Cómo luce mi influencia de mujer con mis empleados o autoridades? ¡A través de buenas obras!
En 1 Samuel 25 se nos habla de la gran estima que tenían los siervos de Abigail por ella, al ser una mujer sabia que entendía cómo conducirse y los respetaba por la dignidad que Dios había puesto en los hombres. Ella comprendía que la imagen de Dios estaba en ellos, y por tanto debía respetarlos cuando se dirigía a ellos, sobre todo cuando daba órdenes. Además, era una mujer que sabía razonar con respeto.
Amiga y hermana, que tu influencia aumente en tu lugar de trabajo, con tus subalternos, tus clientes, relacionados, en la casa y en la iglesia, logrando pensar profundamente. Que en lugar de poner toda tu energía y tiempo en actividades superficiales y temporales, puedas preocuparte por crecer y prepararte para ser usada por Dios.
Un diseño que permanece
No abandones la tarea que se te encomendó. Levanta tus ojos hacia algo mejor y más glorioso. Seamos como Lottie Moon, misionera soltera que fue a China para ganar a miles de jovencitas y mujeres para Cristo. Mira también a Sarah Edwards, quien llevaba toda la carga de los hijos, el terreno, y la siembra, permitiendo a Jonathan escribir. ¿Se amaban? Por supuesto que sí. Ella era una ayuda especial para aquel hombre.
O considera cómo fue Idelette para Juan Calvino. Ella le exoneró de deberes y tiempo. Al igual que Abigail a su esposo Nabal, quien (siendo un hombre malvado) la tenía como administradora confiable. Prueba de ello fue cuando repentinamente Abigail reunió todo aquel alimento para llevarlos a David y a sus 600 hombres, mostrando la confianza de Nabal en ella al darle capacidad de administrar (1 S. 25).
¿Y qué decir de Susana Wesley, quien supo educar a sus hijos? Organizaba su tiempo de tal forma que dedicaba un momento para cada uno de sus hijos, para influir en sus mentes y corazones, como hizo en John y Charles Wesley.
Y como más importante que todas ellas, fija tus ojos en Cristo y sigue su ejemplo. Nadie ha sido ni será más influyente que él. Jesús ejerció su influencia a través de una vida caracterizada por la humildad y mansedumbre. “Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan” (Jn. 13:15).
Tomado de Coalición por el Evangelio – Vilma Méndez
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